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LA SELECCIÓN SEXUAL Y EL PRINCIPIO DEL HANDICAP DE LOS ZAHAVI

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La búsqueda del indicador decisivo de una constitución genética de calidad continúa. Se encuentre o no, todas las teorías de los buenos genes tienen que habérselas con un problema: en cuanto un ornamento (o un canto en especial, o una danza) se pone de moda entre las hembras, se convierte en objeto de falsificaciones.

Ahora bien, si cualquier alfeñique puede copiar un ornamento sin invertir un gran esfuerzo en ello, este ornamento pierde todo su significado de indicador de fitness.

Una de las teorías más originales de la biología ha surgido precisamente al buscar la solución a esta paradoja, una teoría que, al principio, no tuvo muy buena acogida, sino que incluso llegó a ser objeto de mofa y de burla.

Sus autores, la pareja de biólogos israelíes Amotz y Avishag Zahavi, la bautizaron con el nombre de principio del handicap. De acuerdo con el principio del handicap, las señales sólo están a salvo de su falsificación cuando suponen una gran coste, es decir, cuando su producción y su conservación exigen una inversión que sólo se pueden permitir los individuos más fuertes.

Ornamento llamativo o una de las formas del Estatus

La bióloga evolucionista Helena Cronin lo explica muy bien: «El pavo real no tiene que ocuparse de la mujer y los hijos, sino de la mujer, de los hijos y de su cola«. El bello pavo real se halla ante un dilema evolucionista. Aunque su cola le supone un perjuicio, sin ella su situación -a falta de hembras interesadas- empeora.

Quien quiera hacer publicidad de sus genes, tendrá que cargar, quiera o no, con algún tipo de handicap.

Cualquier rasgo puede servir de handicap. Lo principal es que pueda transmitir el siguiente mensaje: «¡Mira esto!, ¡yo me lo puedo permitir!». Los adornos susceptibles de convertirse en handicap son, sobre todo, aquellos que suponen literalmente una carga -como la cola del pájaro viudo-.

La incómoda melena del León

Los Zahavi también ponen como ejemplo la melena de los leones, que les impide ver bien, o la protuberancia que le crece al pelícano blanco durante la época de celo en el comienzo del pico, que no le deja ver y le supone, por tanto, un estorbo para pescar.

Puede que así sea, pero se puede hacer una objeción a la tesis de los Zahavi: por ejemplo, ¿qué clase de coste supone una mancha en el pecho del petirrojo o en la aleta de un pez tripical? Algunos nuevos descubrimientos parecen sugerir una respuesta satisfactoria (conforme al principio del handicap): la forma y la conservación de los ornamentos masculinos podrían depender del nivel de testosterona.

Petirrojo

Y la testosterona es una espada de doble filo: moviliza los recursos necesarios para realizar tareas relacionadas con la procreación, tales como la lucha y el cortejo, pero agota a la vez los recursos destinados a las tareas del hogar, ya que perjudica al sistema inmunitario.

En efecto, hay estudios que demuestran que la testosterona tiene un efecto negativo para el sistema de defensas  (esto aclararía por qué es poco sostenible la tesis de Hamilton, que postula una correlación entre ornamentos y parásitos).

Según el principio de los Zahavi, el efecto perjudicial de la testosterona es un handicap inevitable, una consecuencia del lujo y la pompa, un handicap de competencia inmunológica, en palabras de los investigadores.

Molécula de testosterona

En realidad, ¿la evolución es tan retorcida? ¿Puede un estorbo servir de indicador del nivel de fitness? ¿Puede la evolución ser tan contraproducente? No es de extrañar que tuvieran que pasar quince años para que el gremio de investigadores aceptara la idea de los Zahavi.

El éxito llegó con el desarrollo de modelos matemáticos que demostraron claramente que la selección sexual funciona en verdad según el modelo del handicap. Desde entonces, se ha comprobado que muchos ornamentos son en efecto un handicap, como, por ejemplo, las plumas que adornan la cola del macho de la nectarina de copete rojo: si se la cortan, el pájaro vuela mejor.

La selección sexual

Aunque el principio del handicap ha estado mal visto durante mucho tiempo, hoy en día no queda ni un solo fenómeno de la naturaleza o de la cultura que no se haya estudiado a la luz de este principio. De este modo, llegamos a la esfera de lo humano.

Pues, ¿acaso no te has preguntado alguna vez por qué razón es precisamente de color blanco el delantal de los cocineros? Es probable que tú mismo ya hayas encontrado la respuesta.

Los símbolos del estatus se explican especialmente bien con la tesis de los Zahavi. El hombre se encuentra ante el dilema que ha de afrontar toda criatura: ¿cómo demostrar todo lo que vale? Hacer el pino cuando nadie le ve no parece el mejor camino. La divisa de los Zahavi parece, en cambio, prometedora: muestra cuánto te puedes permitir.

El valor de un bolso de marca no reside en el bolso sino en la marca -es la marca lo que supone un handicap (que en este caso  llamamos precio).

Para indicar un estatus pueden servir todo tipo de cargas y de incomodidades: cuellos estrechos con corbatas estranguladoras, chaquetas excesivamentee ceñidas, a ser posible acompañadas -para los amantes de un handicap superior- de un chaleco y con cuarenta grados a la sombra.

O bien se pueden utilizar también suelas resbaladizas, zapatos de tacón que impiden caminar correctamente y materiales delicados que deben ser, por supuesto, caros y que no pueden lavarse en la lavadora.

Una vez se ha interiorizado este principio, vemos el handicap de los Zahavi por todas partes.  Ahora bien, no deja de plantear problemas y de mostrar aspectos contradictorios. Según la hipótesis del handicap, sería de esperar que hubiera una correlación entre la señal de calidad emitida y la gravedad del handicap.

No parece que sea el caso. Para la hembra del pavo real, la diferencia entre cinco plumas de más o de menos en la cola del macho es como la que pudiéramos encontrar entre un Opel Corsa y un Lamborghini. La gravedad del handicap, en cambio, no varía gran cosa: por un par de plumas ni el macho resulta más visible a los enemigos ni se altera especialmente su movilidad.

No obstante, la crítica más importante que se puede hacer a la hipótesis de los Zahavi es la siguiente: el principio del handicap sólo tiene sentido si suponemos que son «sinceras» las señales que se utilizan en la campaña publicitaria de la búsqueda de pareja, es decir, que su «financiación» supone un gasto real. Y hacer publicidad significa exagerar, echarse un farol o, con perdón, mentir.

Del principio del handicap podemos sacar una conclusión que en un principio parece una trivialidad: la belleza tiene un precio. Sin embargo, si llegamos hasta las últimas consecuencias de esta conclusión, encontraremos algo que sólo en apariencia se encuentra muy alejado de la belleza: la muerte.

La belleza de un animal puede costarle vida, pues su piel es más apreciada por los humanos.

En muchas especies, los machos más espléndidos son a la vez los que viven menos tiempo. El precio de una descendencia numerosa parece ser una vida más corta. El biólogo australiano John Hurt alimentó a unos cuantos grillos de campo con un concentrado especialmente rico en proteínas.

Sorprendentemente, sólo las hembras a las que había alimentado de esta manera vivieron más. Por el contrario, la vida de los machos fue claramente mucho más corta. Durante la fase adulta, posiblemente condicionados por la testosterona, gastaron tanta energía en cantar que literalmente perdieron el aliento.

Ellas viven más años

El Homo sapiens no es una excepción. El hecho de que el hombre viva aproximadamente una década menos que la mujer parece que se debe, sobre todo, a las hormonas sexuales. Los eunucos, por ejemplo, tienen la misma expectativa de vida que las mujeres. Es decir que el hombre es una víctima de una obligación genéticamente predeterminada, la de cotejar y competir.

Fuente:  La ciencia de la belleza   (Ulrich Renz)


2 comentarios

  1. Alsan dice:

    Muy buen post!! buenas analogías para entender algo complicado, me ha aclarado mucho! 😉

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